viernes, 14 de noviembre de 2008

a jugar golf

Compas, hoy (viernes 14 de nov. Del 2008) leí la columna de Diego Petersen en Público. Comparto con algunos la tristeza de leer su moderada complicidad con las decisiones del Estado (invertir, donar, regalar…$1,000,000 de dólares para el LPG femenino en GDL). Por otro lado entiendo sus argumentos, casi como si me los hubieran recetado desde chico, casi como si me hubieran acostumbrado a ellos, casi como si fueran naturales, normales y ciertos. Efectivamente apela a la lógica del sistema en que vivimos. Esa lógica yo la resumo en una frase: “aceptar vivir esperando vivir mejor a costa de las decisiones de los encargados de tomarlas”. Pasividad, resignación y fé ciega. Así vivimos. “No tienen idea de cómo funciona el mundo”, me dijo ayer un tipo furioso y me plantó el sello de ignorante en la frente. Y entonces me falta entender que darle nombre mundial a Guadalajara es una excelente estrategia, que atraer turismo dará muchas chambas (ser cadi ha de ser genial, vender refrescos también y limpiar las camas del hotel mucho mejor). Es cierto, un torneo de golf no es lo mismo que un santuario de los mártires (cada quién tiene distintos feligreses). Sí, quizá soy muy ignorante, sé muy poco de nada. Estudié cuatro años de filosofía quizá en vano. No soy un experto en historia de ella, ni me especialicé en filósofo alguno (aunque tengo mis favoritos). No soy un filósofo que reconozca una sabiduría básica desde la cual el mundo debiera organizarse. Ni creo en que la filosofía tenga la última o la primera palabra. La filosofía para mí es ante todo capacidad para indignarse y rebelarse. Es sensibilidad. Es duda. Es desconfianza y es también certeza, de que aquello que pienso que esta mal, aún contra toda intuición y toda otra verdad, puede tener algo de cierto, es por algo. Y entonces comienza el largo proceso de indagación. La filosofía no me pone en un plano superior a nadie. No me hace más listo. Quizá nomás un tanto precavido y escéptico. Aún así, nunca habré dudado lo suficiente. Me pregunto entonces, ¿lo que queremos es una mejor ciudad? ¿Queremos simplemente que ésta sea más amable con el medio ambiente, que de más oportunidades para todos, que este más linda y mejor pensada? ¿O queremos que deje de ser la perfecta justificación de un modelo de vida que subsiste a costa de muchos otros seres, millones de bocas sometidas a la exigencia de sobrevivir, millones de individuos pasivos y enfermos porque les han arrebatado su voluntad de soñar y ser por sí mismos? ¿No es lo que queremos una ciudad que no sea de autómatas sino de individuos autónomos, capaces de convivir entre sí sin suponer un esquema previo de dominación, de jerarquía? Siempre el adulto sabe más que el niño, siempre el maestro más que el alumno, el político más que los ciudadanos, el académico más que el obrero, el hombre más que la mujer, los urbanos más que los campesinos, casi todos más que los indígenas, los sacerdotes más que los feligreses, dios más que todos, la ciencia más que la experiencia, los saberes más que la práctica, el diPUTAdo más que el limpiabotas o el taxista, etc... Y así vivimos esperando que un día llegue el mejor líder, el mejor indicado para tomar las buenas decisiones. Quizá algo así sea inevitable (pienso en lo positivo de un Obama dadas las circunstancias). Yo siempre lo dudaré. Quizá estamos a años luz de encarnar otro tipo de organización social. Quizá estoy infectado de radicalismo o idealismo romántico y siempre me toparé contra la imposibilidad.

A lo mejor ayer algunos nos excedimos, nos expusimos a la cara del poder de manera cruda y visceral; a lo mejor concedimos demasiado al mostrarnos y tan pocos. Quizá sea mejor plantearnos qué hacer de ahora en adelante. Si la apertura al diálogo se ve truncada o es una mera fachada para agotar las fuerzas y limar las asperezas sin ofrecer nada a cambio... ¿Qué podemos hacer? Creo que vamos por el mejor camino cuando apostamos por los niños y los jóvenes, sólo en ellos radica el germen del cambio. Creo que tenemos que pensar en tácticas más listas, sacudir bien el Internet y esas herramientas que también nos ofrecen protección, apertura y amplitud. También actividades lúdicas, el juego siempre va a ser nuestra mejor arma. Ayer me sentí incómodo en la protesta porque sentí que nos faltaba jugar más, estábamos repitiendo un patrón y modelo antiguo, que ha perdido su efectividad. Más cuando somos tan pocos. Más cuando nos identifican y luego podrán acosarnos. No es que me de miedo, pero albergo la duda de si será la mejor estrategia. Mi pasión me empujaría a hacer cosas más estúpidas, como abrir un hoyo en la maya y correr desnudo por el campo de golf. Pero mi razón que es hija del sistema (le conoce un poco) me dice, "ah ah, alerta, son muy pocos como para lograr algo”. Necesitamos seguir creciendo la red y el apoyo, necesitamos crecer los argumentos, multiplicar el discurso local, armarnos hasta los dientes de poesía y de razón. Saber fusionarlas. No volvernos caras frías, serios, perros buldog esperando el hueso. Hay que inyectarle a esta ciudad una risa soberbia y desengañada. Y hay que tener cuidado con nuestras alianzas. Podemos compartir ideales y luchas, pero quizá las maneras son por ahora también las que importan. También me pregunto, ¿y no será que la ciudad quiere tener torneo de golf? ¿Que para muchos es un gran sueño, un buen motivo, un logro? ¿No es la esperanza de muchas generaciones verse algún día en el reflector? y entonces si es así nosotros salimos sobrando y vivimos en una ciudad que no quiere vivir distinto sino que la dejen aspirar a eso.

A lo mejor toca que nos mudemos a otro lugar y partamos de nuestras convicciones. Una comunidad de individuos sin estúpidas necesidades como los autos; bicicleteros con hortalizas y permacultura, sin jerarquía, de cada quien algo y para cada quién el sustento y la libertad absoluta. Quizá en algún momento eso toque. Hoy apuesto a que todavía podemos hacer ruido y no dejar intacta esta ciudad. Pero estoy seguro de que debemos afinar las estrategias. Íbamos bien y podemos retomar el rumbo. Hay que darle el poder a la imaginación y no a la costumbre. Hagamos desayunos, paseos en bici, pintemos muros, monumentos, símbolos rupestres en la calle. Caminemos chuscamente, entremos a los bancos a contar chistes, vayamos a comer con los indigentes, los ancianos abandonados, ¿sacamos a pasear en triciclo a las viejitas del asilo de Mexicaltzingo?, ¿proyectamos documentales en el espacio público con nuestros propios recursos? ¿Filmamos los absurdos de nuestros actos cotidianos? ¿Perseguimos a un camión de la basura para dibujar su ruta? ¿Llenamos de globos el congreso, sin decir nada más? ¿Damos clases gratis a los niños en la calle? ¿Nos paramos un día cualquiera y armamos un fiestonón en la banqueta? ¿Hacemos autos macetas, abrimos un café-biblioteca comunitario? ¿Un hostal gratuito? ¿Conseguimos locales para plantar nuestro parque? ¿Pintamos nuestras ciclovías? En fin, ¿armamos una revolución urbana "silenciosa"? Está difícil. El tedio está cabrón. Las leyes están difíciles. Para muchos, la economía y el trabajo es una pinza paralizante. Con el discurso vamos a convencer a pocos adultos. ¿A los jóvenes? ¿Los seducen más los actos extraños y lúdicos y después hablamos de algo que podría ser y no es? Baudrillard dice que la seducción es distinta al poder. La seducción no te dice lo que deberías hacer mediante el discurso, la seducción te muestra la apariencia de lo real. Te planta la duda. Te muestra que tu mundo no es tal como lo piensas, pero no te dice cómo es....te deja que lo inventes...Les dejo el hilo de la discusión....estoy triste y alegre al mismo tiempo, asustado y furioso. Aunque por sobre todo, quiero sonreír, salir a la calle y cambiar muchas cosas. Pero no sin cómplices. No sin hermanos. Ni a lo pendejo ni por ceguera. A desengañarnos y proponernos.....y si no se puede ¿armamos un camión escolar lo equipamos con regadera y nos vamos de gira a encontrar un mejor lugar para vivir? ¿O nos planteamos otra manera de vivir en la ciudad? ¿Rediseñamos casas? ¿Les abrimos espacios comunitarios? Ahhh....vamos....que la rutina no nos atrape...que el cansancio de vivir así no me mate...

suyo

el alumbrado

domingo, 9 de noviembre de 2008

Hoy encontré la fórmula más eficaz para recuperar el espacio perdido, recuperar la paz perdida de la soledad y el silencio. He aquí la receta completa, implica una transformación de sí, un trabajo ascético de día completo; por lo tanto, no es para los débiles: Amanecer crudito y preparado para un rico menudo rojo, bien servido con orégano, cebollita, chile rojo, limón y tortillita. Acompañarlo con taquitos de frijol con queso, tortilla bien aceitadita. Rematar con unos huevitos revueltos a la mexicana y yogurth de moras y avena. No olvidar el jugo de naranja, el cafecito o el chocolate. A la media hora volver por un trozo de pastel. Y a la hora preparar la botana: aceitunas rellenas de atún, salchichas bañadas en salsa tabasco, salsa magui, limón y chile tajín. Acompañar con refresco conviene. No demorarse mucho en abrir estómago para la comida del medio día. Recalentar el menudito y arrematar con otro trozo de pastel. No sin antes inaugurar solemnemente con unos ostiones ahumados. Garantizo una tarde rellena de turbulencias y paradas abruptas en los pasillos. Pero los resultados son espléndidos, los parientes y otros bichos saldrán corriendo del hogar. No hay mejor manera de limpiar la casa de visitas y recuperar la tranquilidad compartida del cielo estrellado. Después de todo, nada más noble que aromatizar el ambiente para ahuyentar los malos agüeros. Sin dañar mortalmente a nadie. A lo mucho le jalamos al hilito y nos quedamos más viejos. Tanto víctimas como victimarios, todos nos arrugamos parejo. Pero el que ríe primero ríe mejor y a costa de los demás. Adelántense, al que se duerme, le toca el peor golpe.

martes, 4 de noviembre de 2008

La vie s'ecoule, la vie s'enfuit

Life goes by, life escapes
The days march by to the step of boredom
Party of the Reds, Party of the Grays
Our revolutions are betrayed

Work kills, work pays
Time buys itself in the supermarket
Paid time does not return
Youth dies from lost time

The eyes, made for love to love,
Are the reflections of a world of objects
Without dreams and without reality
We are condemned to images

Those who were shot, the famished
Come towards us from the depths of the past
Nothing has changed but everything begins
And ripens in violence

Burn, dens of priests
Nests of merchants, police officers
On the wind that disseminates the tempest
The days of festival harvest themselves

The guns are directed at us
Against the bosses they will be turned
No more leaders, no more State
They profit from our battles

(Words by Raoul Vaneigem, 1961; music by Francis Lemonnier. Translated from the French by NOT BORED! October 2006. Click here to hear the song performed by Jacques Marchais.)

jueves, 2 de octubre de 2008

La tristeza no vuelve inteligente. En la tristeza estamos perdidos. Por eso los poderes tienen necesidad de que los sujetos sean tristes. La angustia nunca ha sido un juego de cultura, de inteligencia o de vivacidad. Cuando usted tiene un afecto triste, es que un cuerpo actúa sobre el suyo, un alma actúa sobre la suya en condiciones tales y bajo una relación que no conviene con la suya. Desde entonces nada en la tristeza puede inducirlo a formar la noción común, es decir, la idea de algo común entre dos cuerpos y dos almas. (G. Deleuze)

martes, 23 de septiembre de 2008

Gozar la ciudad




Pensemos en la posibilidad de un urbanismo hedonista. En lugar de encontrar baches, llantas, basura, ausencia de banquetas, tendremos sillones y salas completas en las avenidas. Lotes baldíos retomados para crear campamentos musicales, el alumbrado público corre a cuenta del gobierno (de nuestros impuestos) y también la luz para poner una laptop con bocinas y pufs, hamacas y equipales para escuchar música, compartir conocimientos culturales y jugar dominó. En los parques además de las saludables áreas verdes tendremos la fusión artificial del concreto con la naturaleza sin la intervención de espacios mercantiles (las tienditas se quedan afuera). No tenemos por qué crear puros parques con fines deportivos, también debe haber posibilidades para quienes el deporte es un absurdo crimen contra el gozo y entonces quieren ir a un parque a leer en voz alta generando risas, euforias, enojos en el público. Imaginémos que podemos sentarnos en la calle a tomar el sol. El vecino saca su camastro y da masajes. Alguien por allá a la sombra de un Hule que bifurca la avenida toma la siesta después de trabajar no tan arduamente.

Los carros son ahora grandes macetas y la cultura del bonsai sufre un cambio asombroso: grandes árboles en grandes contenedores. A la Minerva (monumento en Guadalajara) la bajaron de lo alto y la pusieron a la entrada de un WalMart (o bodega Aurrerá) para avisar al público que el consumo, aunque necesario, también atenta contra la justicia, la sabiduría y la libertad. Con su lanza señala el mercadito de comercio justo y orgánico a la vuelta de la esquina. Un bar móvil circula por lópez mateos y necesita de muchos semáforos para que la gente suba y baje. En Londres existe uno así, cada silla a cada costado del bar móvil tiene pedales y ayuda al movimiento sin motores. A la par que te emborrachas haces buena nalga. Volveremos a ser gorilas nalgones y panzones.

Las villas panamericanas no se diseñan para ofrecer un agrado estético visual a los futuros turistas, están pensadas para mayor diversión de quienes las poblarán después. En lugar de placas enormes de concreto, cultivar jardines se ha convertido en el deporte favorito de nuestras olimpiadas. Los atletas empujan carretas cargadas de abono y ya no se aburren corriendo hacia el infinito frente a ellos en una calle accidentada. Imaginemos que se les prohíbe a las agencias de carro hacer tantos carros tan idénticos entre sí. Cada ciudadano es responsable de dotar de una personalidad auténtica a su móvil para ser fácilmente reconocido y denunciado en caso necesario. Y cada auto debe tener escrito en cada puerta un texto que narre la justificación del porqué utilizar tal medio de transporte, así como un cronómetro que exponga hacia el exterior la cantidad de gasolina gastada durante la semana, donde un color rojo o rosa o verde fosforecente cause verguenza a quien abusa de ello.

Pensemos edificios con personalidad. Por supuesto que los empresarios no permitirán que su imponente obstrucción material tenga una falda rosa o unos bigotes de macho cabrío mexicano. Pero nuestros planes de desarrollo urbano permitirán que los ciudadanos dibujen las fachadas y todo el espacio público según el imaginario que engendra cada monumento, edificio y práctica social. Lo privado queda reducido al interior de las construcciones, el exterior pertenece a todos y cada uno, así nos hacemos entre todos responsables de embellecer o volver muy fea la ciudad.

La estética es una discusión vital urbana constante y no un asunto de especialistas. Los artistas son quienes se ganan a pulso la mejor expresión y el aplauso y no los favoritos apadrinados de quienes portan poderes ocultos y tienen galerías exclusivas.

Los agricultores vuelven a la ciudad, Zapopan se llena de nuevo de maizales, los manzanos atacan la calle y los guayabos deja de ser un mero nombre. Por supuesto, ya no hay plomo en el aire y comerse el producto de una hortaliza no es un suicidio.

La ciudad hedonista está a favor del gozo de sus habitantes y no contra ellos, produciendo malestar constante, falta de tiempo y de ocio, enfermedad y estrés. La ciudad hedonista busca que todos se encuentren y se apoyen, que el gozo de uno produzca el gozo de otro y no que el gozo individual sea la pauta de esta ciudad usurpada por estúpidos intereses incuestionables y cabezas que se creen inteligentes. La única inteligencia es la de todos puesta a funcionar para hacer de este mundo el mejor de los mundos posibles.

viernes, 19 de septiembre de 2008

martes, 9 de septiembre de 2008


...cuando se oye incluso a psicoanalistas de cierta tendencia calificar a grosso modo de neuróticos a todos los revolucionarios, uno no puede sino felicitarse de no compartir su salud de supermercado y sería fácil desmenuzar el mecanismo inconsciente de su conformismo.


Cornelius Castoriadis, teoría y proyecto revolucionario
...cuando se oye incluso a psicoanalistas de cierta tendencia calificar a grosso modo de neuróticos a todos los revolucionarios, uno no puede sino felicitarse de no compartir su salud de supermercado y sería fácil desmenuzar el mecanismo inconsciente de su conformismo.

Cornelius Castoriadis, teoría y proyecto revolucionario
Ode To My Bike Helmet

Riding along on my two wheels
Air gliding over my smooth helmet
I rival the metal framed cars
Cruising thru the red lights and stops
Reinforced with my outer shell
I have joined the exoskeloten biker species
I am evolved
I am sexy
~ If sexy means I preserve my mental jewels
Encased in my shiny slick helmet
Ahh yes -
biking thru the streets
sportin' the helmet
and feelin' good....
I am evolved
I am sexy and
I am here....

Ingrid Severson

lunes, 8 de septiembre de 2008

El tiempo, palabra y obsesión que importó a mi vida mi camarada Adán. No diré qué piensa él, pero diré que pensando junto con él, me he engarzado a su obsesión a mi manera. El tiempo...lejos de querer definirlo, exponer sus víceras al campo, habría que pensar qué es lo que nos pasa hoy con el tiempo. El tiempo es constitutivo de la subjetividad, pensaba Kant. Es más o menos como decir que sin tiempo no podemos pensar. Igualmente pensaba del espacio y en verdad no sé cuál será más importante. Quizá son lo mismo, como han afirmado algunos pensadores de este siglo y el anterior, el espacio es el tiempo materializado, solo hay espacio mientras se transcurre en él. Idealismos, quizá. Lo que si me interesa es pensar el uso del tiempo como propuesta revolucionaria. ¿No será que mientras no busquemos darnos tiempo libre, de ocio, de no hacer ni madres, no podremos frenar esta maquinaria monstruosa que nos hace consumir, gastar, desgastar todo el tiempo? Pensamiento de clase alta, dirá más de algún trasnochado marxista, sólo disponen de tiempo libre los ricos. Podría ser, pero recuerdo que en la sierra tarahumara teníamos tiempo para dejar de pensar en él. ¿No es también cierto lo inverso? ¿Que quienes más tienen más buscan emplear su tiempo para gastar y consumir? Por otro lado también pensamos que no hacer nada sería lo peor, sería no abonar al contraefecto, a la lucha...Yo no sé, solo que a veces presiento que luchar es lo mismo que gastar y consumir. Me dirán: imbécil vivir es consumir. Quizá si, de alguna manera. Pero es diferente pegarse al celular todo el día que darse el tiempo para redactar una carta y recuperar el moribundo sistema postal. Quizá un día las manifestaciones más eficaces consistan en sentarse en un parque a meditar, todo el día.

martes, 2 de septiembre de 2008

Cuando el viaje emprendas hacia Itaca,
vota porque sea larga la jornada,
colmada de aventuras y experiencias.
(…)
Vota porque sea larga la jornada.
Que abunden, las mañanas de verano
cuando (¡con qué delicia, qué alegría!)
entrarás en un puerto nunca visto;
detente donde venden los fenicios
y cómprales las bellas mercancías,
nácares y corales, ámbar y ébano,
toda clase de esencias voluptuosas,
perfumes voluptuosos, sobre todo;
llega hasta Egipto, a ver ciudades, muchas,
y aprende, aprende de los sabios, siempre.
Ten a Itaca fija ante la mente.
Llegar allí es tu vocación. No debes,
sin embargo, forzar la travesía.
Mejor que se prolongue muchos años;
que arribes a tu isla siendo viejo,
rico con lo ganado en el camino,
sin esperar a enriquecerte en Itaca.
Itaca te dio ya la travesía.
Sin ella, no hubieras emprendido
la jomada; y no puede darte más.
Y si la encuentras pobre, no hay engaño.
Te hiciste sabio y experimentado:
ya entiendes el sentido de las Itacas

Cavafis, “Itaca”. Versión de Juan Ferraté, en: J. F., Veinticinco poemas de Cavafis, Barcelona, 1971

lunes, 25 de agosto de 2008

"yo conquisto" es el fundamento práctico de "yo pienso"

O le abrimos espacio de respiración a una planta en el pavimento o aceptamos la futura expansión urbana que conectará bloques de concreto entre ciudades, homogeneizando nuestro territorio, nuestro ambiente, nuestras prácticas, nuestras condiciones.
La luz roja, su mágica posición lógica, sirve para frenar la esquizofrenia circulante y productiva, hacer un alto en el camino; donde se busca suprimir la luz roja se busca instaurar un flujo continuo sospechoso de una eficacia dominante que dividirá los flujos humanos a favor de los flujos maquínicos. Por eso el viaducto de López Mateos es más que horrendo: es un fracaso humano.

Teoría patética


Debido a que tengo una terrible confusión teórica o a que aún no encuentro la rendija adecuada para interpretar la realidad (aplastándola con mis fierros), he asumido, como algunos lo han hecho, la imposibilidad de cualquier originalidad en la escritura y por ende, la radical ausencia de toda novedad en el pensamiento. Ahora bien, no podía resignarme y aceptar mi inevitable derrota, y por lo tanto, fungiendo el papel de un teórico callejero (es decir, sin empleo), un filósofo atiborrado de tedio (uno que no quiere discutir) y un psicoanalista frustrado en su propio diván (que se saca los mocos en lugar de lo impensado), me he impuesto la vergüenza de escribir porque sí. Pero escribo con un sólo criterio: no hacer caso a la teoría. Con ello se lograrán un montón de ingenuidades, o demasiadas (cof, cof, ¿bajo qué criterio describimos lo ingenuo?), y además se repetirán sin número de fregaderas comentadas por centurias.


Aún así, sostengo que eso debiera hacerse cada vez que se habla, intentarlo como si se fuese el primer simio parlante de la tierra. Porque...¿Qué augurio nos garantiza que algo se ha pensado? ¿No nos obstinamos, ante todo, de pensar como otros han pensado, de citar en cuanto se puede a la primer autoridad filosófica que se nos viene en mente? ¿No aplastamos de vez en cuando a nuestros oponentes durante una discusión con el argumento que obtuvimos de otra calvicie? Es así como somos partícipes de una guerra interestelar de las palabras y las verdades. Blandiendo el argumento más matizado o el más poético, la proeza labial más aguerrida y valiente, el salibazo definitivo que pondrá húmeda a toda carpeta, el punto de partida que habrá de oprimir cualquier intento parlante que no se ajuste a él, lo definitivo, el punto y final o el peor de todos, el "así son las cosas, así es la vida, así es esto".

Pero quizá no todo este perdido. O sí, todo valió, ya, madre. Y aún así puede uno entercarse. Entonces lo que se puede hacer, no es lanzarse "into the wild" buscando una verdad primigenia, una intuición pura venida de las alturas, una liberación final adquirida mediante la introspección y el más hondo silencio (eso no suena tan mal); antes bien, entercarse en confrontar a las otras teorías. Sobre todo aquellas teorías inhibidoras que nos sujetan a su monótona o muy variada amalgama conceptual. Darle entonces, un mal uso a cualquier teoría, forzarla a decir lo que no quizo decir o usarla para distinto fin. Mal interpretar pues, al fin de al cabo, todo lo que hemos entendido. Siendo un poco honestos, admitiendo que no hemos entendido n i - m a d r e s. Invirtiendo pues, ese disque aforismo donde si "Dios ha muerto todo se vale", por "nada se vale porque no entiendo ni pito".

Admito una apuesta en esto: teorías locales, en oposición a las grandes teorías globales, que nos recetan (seamos país, persona, animal o planta) lo que debemos hacer, lo que somos, lo que la vida es o debería ser. El pensamiento no lo es todo tampoco. Pero en él se instalan esas recomendaciones globales. Puede que algunas funcionen, tengan cierto éxito, sin embargo, inhiben, inhiben la labor de pensar porque ofrecen la respuesta anticipada a todo problema o pretenden una validación científica, lo cual no nos interesa sino en un solo sentido: ¿Qué pretenden con tal ambición? ¿A quiénes quieren callar con tal aspiración?. Es pues, la labor del olvido, una de las más sepultadas facultades de nuestra psique (y no hablo de reprimir los sucesos, ni de tener una mala memoria, o de dejar pasar las cosas con tal de aferrarse al ahora, sino de ejercitar la ardua labor de despedazar lo aprendido, la disciplina en la piel, el deber intrastocado).