martes, 23 de septiembre de 2008

Gozar la ciudad




Pensemos en la posibilidad de un urbanismo hedonista. En lugar de encontrar baches, llantas, basura, ausencia de banquetas, tendremos sillones y salas completas en las avenidas. Lotes baldíos retomados para crear campamentos musicales, el alumbrado público corre a cuenta del gobierno (de nuestros impuestos) y también la luz para poner una laptop con bocinas y pufs, hamacas y equipales para escuchar música, compartir conocimientos culturales y jugar dominó. En los parques además de las saludables áreas verdes tendremos la fusión artificial del concreto con la naturaleza sin la intervención de espacios mercantiles (las tienditas se quedan afuera). No tenemos por qué crear puros parques con fines deportivos, también debe haber posibilidades para quienes el deporte es un absurdo crimen contra el gozo y entonces quieren ir a un parque a leer en voz alta generando risas, euforias, enojos en el público. Imaginémos que podemos sentarnos en la calle a tomar el sol. El vecino saca su camastro y da masajes. Alguien por allá a la sombra de un Hule que bifurca la avenida toma la siesta después de trabajar no tan arduamente.

Los carros son ahora grandes macetas y la cultura del bonsai sufre un cambio asombroso: grandes árboles en grandes contenedores. A la Minerva (monumento en Guadalajara) la bajaron de lo alto y la pusieron a la entrada de un WalMart (o bodega Aurrerá) para avisar al público que el consumo, aunque necesario, también atenta contra la justicia, la sabiduría y la libertad. Con su lanza señala el mercadito de comercio justo y orgánico a la vuelta de la esquina. Un bar móvil circula por lópez mateos y necesita de muchos semáforos para que la gente suba y baje. En Londres existe uno así, cada silla a cada costado del bar móvil tiene pedales y ayuda al movimiento sin motores. A la par que te emborrachas haces buena nalga. Volveremos a ser gorilas nalgones y panzones.

Las villas panamericanas no se diseñan para ofrecer un agrado estético visual a los futuros turistas, están pensadas para mayor diversión de quienes las poblarán después. En lugar de placas enormes de concreto, cultivar jardines se ha convertido en el deporte favorito de nuestras olimpiadas. Los atletas empujan carretas cargadas de abono y ya no se aburren corriendo hacia el infinito frente a ellos en una calle accidentada. Imaginemos que se les prohíbe a las agencias de carro hacer tantos carros tan idénticos entre sí. Cada ciudadano es responsable de dotar de una personalidad auténtica a su móvil para ser fácilmente reconocido y denunciado en caso necesario. Y cada auto debe tener escrito en cada puerta un texto que narre la justificación del porqué utilizar tal medio de transporte, así como un cronómetro que exponga hacia el exterior la cantidad de gasolina gastada durante la semana, donde un color rojo o rosa o verde fosforecente cause verguenza a quien abusa de ello.

Pensemos edificios con personalidad. Por supuesto que los empresarios no permitirán que su imponente obstrucción material tenga una falda rosa o unos bigotes de macho cabrío mexicano. Pero nuestros planes de desarrollo urbano permitirán que los ciudadanos dibujen las fachadas y todo el espacio público según el imaginario que engendra cada monumento, edificio y práctica social. Lo privado queda reducido al interior de las construcciones, el exterior pertenece a todos y cada uno, así nos hacemos entre todos responsables de embellecer o volver muy fea la ciudad.

La estética es una discusión vital urbana constante y no un asunto de especialistas. Los artistas son quienes se ganan a pulso la mejor expresión y el aplauso y no los favoritos apadrinados de quienes portan poderes ocultos y tienen galerías exclusivas.

Los agricultores vuelven a la ciudad, Zapopan se llena de nuevo de maizales, los manzanos atacan la calle y los guayabos deja de ser un mero nombre. Por supuesto, ya no hay plomo en el aire y comerse el producto de una hortaliza no es un suicidio.

La ciudad hedonista está a favor del gozo de sus habitantes y no contra ellos, produciendo malestar constante, falta de tiempo y de ocio, enfermedad y estrés. La ciudad hedonista busca que todos se encuentren y se apoyen, que el gozo de uno produzca el gozo de otro y no que el gozo individual sea la pauta de esta ciudad usurpada por estúpidos intereses incuestionables y cabezas que se creen inteligentes. La única inteligencia es la de todos puesta a funcionar para hacer de este mundo el mejor de los mundos posibles.

viernes, 19 de septiembre de 2008

martes, 9 de septiembre de 2008


...cuando se oye incluso a psicoanalistas de cierta tendencia calificar a grosso modo de neuróticos a todos los revolucionarios, uno no puede sino felicitarse de no compartir su salud de supermercado y sería fácil desmenuzar el mecanismo inconsciente de su conformismo.


Cornelius Castoriadis, teoría y proyecto revolucionario
...cuando se oye incluso a psicoanalistas de cierta tendencia calificar a grosso modo de neuróticos a todos los revolucionarios, uno no puede sino felicitarse de no compartir su salud de supermercado y sería fácil desmenuzar el mecanismo inconsciente de su conformismo.

Cornelius Castoriadis, teoría y proyecto revolucionario
Ode To My Bike Helmet

Riding along on my two wheels
Air gliding over my smooth helmet
I rival the metal framed cars
Cruising thru the red lights and stops
Reinforced with my outer shell
I have joined the exoskeloten biker species
I am evolved
I am sexy
~ If sexy means I preserve my mental jewels
Encased in my shiny slick helmet
Ahh yes -
biking thru the streets
sportin' the helmet
and feelin' good....
I am evolved
I am sexy and
I am here....

Ingrid Severson

lunes, 8 de septiembre de 2008

El tiempo, palabra y obsesión que importó a mi vida mi camarada Adán. No diré qué piensa él, pero diré que pensando junto con él, me he engarzado a su obsesión a mi manera. El tiempo...lejos de querer definirlo, exponer sus víceras al campo, habría que pensar qué es lo que nos pasa hoy con el tiempo. El tiempo es constitutivo de la subjetividad, pensaba Kant. Es más o menos como decir que sin tiempo no podemos pensar. Igualmente pensaba del espacio y en verdad no sé cuál será más importante. Quizá son lo mismo, como han afirmado algunos pensadores de este siglo y el anterior, el espacio es el tiempo materializado, solo hay espacio mientras se transcurre en él. Idealismos, quizá. Lo que si me interesa es pensar el uso del tiempo como propuesta revolucionaria. ¿No será que mientras no busquemos darnos tiempo libre, de ocio, de no hacer ni madres, no podremos frenar esta maquinaria monstruosa que nos hace consumir, gastar, desgastar todo el tiempo? Pensamiento de clase alta, dirá más de algún trasnochado marxista, sólo disponen de tiempo libre los ricos. Podría ser, pero recuerdo que en la sierra tarahumara teníamos tiempo para dejar de pensar en él. ¿No es también cierto lo inverso? ¿Que quienes más tienen más buscan emplear su tiempo para gastar y consumir? Por otro lado también pensamos que no hacer nada sería lo peor, sería no abonar al contraefecto, a la lucha...Yo no sé, solo que a veces presiento que luchar es lo mismo que gastar y consumir. Me dirán: imbécil vivir es consumir. Quizá si, de alguna manera. Pero es diferente pegarse al celular todo el día que darse el tiempo para redactar una carta y recuperar el moribundo sistema postal. Quizá un día las manifestaciones más eficaces consistan en sentarse en un parque a meditar, todo el día.

martes, 2 de septiembre de 2008

Cuando el viaje emprendas hacia Itaca,
vota porque sea larga la jornada,
colmada de aventuras y experiencias.
(…)
Vota porque sea larga la jornada.
Que abunden, las mañanas de verano
cuando (¡con qué delicia, qué alegría!)
entrarás en un puerto nunca visto;
detente donde venden los fenicios
y cómprales las bellas mercancías,
nácares y corales, ámbar y ébano,
toda clase de esencias voluptuosas,
perfumes voluptuosos, sobre todo;
llega hasta Egipto, a ver ciudades, muchas,
y aprende, aprende de los sabios, siempre.
Ten a Itaca fija ante la mente.
Llegar allí es tu vocación. No debes,
sin embargo, forzar la travesía.
Mejor que se prolongue muchos años;
que arribes a tu isla siendo viejo,
rico con lo ganado en el camino,
sin esperar a enriquecerte en Itaca.
Itaca te dio ya la travesía.
Sin ella, no hubieras emprendido
la jomada; y no puede darte más.
Y si la encuentras pobre, no hay engaño.
Te hiciste sabio y experimentado:
ya entiendes el sentido de las Itacas

Cavafis, “Itaca”. Versión de Juan Ferraté, en: J. F., Veinticinco poemas de Cavafis, Barcelona, 1971