miércoles, 28 de enero de 2009

Oda a la bicicleta

Iba por el camino crepitante:
el sol se desgranaba
como maíz ardiendo
y era la tierra calurosa
un infinito círculo
con cielo arriba
azul, deshabitado.

Pasaron junto a mí
las bicicletas,
los únicos insectos
de aquel minuto seco
del verano,
sigilosas, veloces, transparentes:
me parecieron sólo movimientos del aire.

Obreros y muchachas
a las fábricas iban
entregando los ojos al verano,
las cabezas al cielo,
sentados en los élitros
de las vertiginosas bicicletas
que silbaban cruzando puentes,
rosales, zarza y mediodía.

Pensé
en la tarde
cuando los muchachos
se laven, canten, coman,
levanten una copa de vino
en honor del amor y de la vida,
y a la puerta esperando
la bicicleta inmóvil
porque sólo de movimiento
fue su alma y allí caída
no es insecto transparente
que recorre el verano,
sino esqueleto frío
que sólo recupera
un cuerpo errante
con la urgencia y la luz,
es decir,
con la resurrección
de cada día.

(Pablo Neruda, 1956, Tercer libro de las odas)

1 comentario:

Onésimo Flores dijo...

No la conocia, y disfrute leerla. Gracias, y gracias por el link!